Lo cierto es que podría haber escrito esta entrada unos días antes de las elecciones porque apenas ha habido sorpresas. La mayoría de las encuestas auguraban una victoria incontestable del Partido Popular y una debacle histórica del Partido Socialista. Y así ha ocurrido.
La victoria del Partido Popular con un total de 186 escaños es abrumadora. Aunque, en realidad, este triunfo por parte de los conservadores se puede calificar más bien como una derrota de la izquierda, puesto que el PP sólo ha conseguido que 552.683 nuevos votantes se incorporen a su electorado de 2008, mientras que el PSOE ha perdido la friolera de 4.315.455 votos. Estas papeletas se han dispersado a partidos en ascenso como Izquierda Unida, la joven formación UPyD o incluso algunos de estos sufragios han ido a parar directamente a la calle Génova.
El éxito de la derecha (o centro derecha o la derecha democristiana, llámelo usted como le parezca) en las urnas está lleno de incertidumbre. Sus políticas sociales futuras han sido cuestionadas no sólo por el PSOE sino también por otros partidos de izquierdas como Izquierda Unida o incluso por varios sectores, mayoritariamente progresistas, de la sociedad. De las políticas económicas sabemos que serán "de austeridad", pero poco más.
Como suele ser habitual, los candidatos principales pocas veces enseñan las cartas de sus ministerios antes de tiempo (recuerdo que en 2008 Rajoy llevaba a Pizarro como super estrella para la cartera de economía) y en esta ocasión, no iba a ser diferente. Suenan nombres como Gallardón, que siempre ha estado esperando su turno, González Pons, Montoro, Ana Mato o, incluso, el veterano Federico Trillo. Pero la incertidumbre es máxima.
Detengámonos en la catástrofe del PSOE. Desde la caída de la dictadura falangista hasta hoy, únicamente en 1977 y en 1979, los resultados electorales de los de Ferraz fueron inferiores a los acontecidos el domingo. "Sólo" cerca de 6.700.000 confiaron en un partido que ha sido fuertemente derrotado por la crisis económica. El PSOE se ve relegado a hacer oposición frente a la mayoría absolutísima del PP con únicamente 110 diputados.
El carismático líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, convocaba al secretario general de su partido y presidente, ahora en funciones, del Gobierno a un Congreso extraordinario para, seguramente, la inminente renovación y lavado de cara del Partido Socialista. ¿Se reconstruirán por completo? ¿Rehuirán del todavía presente Felipismo? Lo veremos en febrero.
Otro aspecto interesantísimo de estas elecciones ha sido la notable mejora de los resultados de los partidos minoritarios. Izquierda Unida, empujada por los votantes decepcionados del PSOE, ha pasado de 2 a 11 diputados, recuperando así el grupo parlamentario.
A falta de unos flecos, parece que Unión, Progreso y Democracia también logrará grupo parlamentario. El partido, del que no sé definir una ideología clara, ha pasado de tener el escaño que ocupaba Rosa Díez a hacerse con 5. El afamado, y quizás algo polémico, doctor en Filosofía y profesor en la Universidad del País Vasco, Carlos Martínez Gorriarán ocupará una silla, al igual que el actor Toni Cantó, que consiguió ser diputado por Valencia.
Amaiur, superando lo que pronosticaban las encuestas, se ha hecho con grupo parlamentario y de manera relativamente amplia. 7 asientos serán para los abertzales. 6 por Euskadi y 1 por Navarra. El legalmente cuestionado partido independentista, logra que la izquierda abertzale vuelva a tener representación en el Congreso.
La nota la puso ayer el PP que, después de que su líder diese su primer discurso, donde asegura que gobernará para todos, anunció que hablará con todos los grupos excepto Amaiur. Respeto a la democracia, supongo.
El PNV, golpeado por la escalada de la coalición abertzale ya nombrada ha bajado un escaño, pero ha subido en número de votos. PNV, Amaiur y Geroa Bai formarán un equipo vasco-navarro bastante interesante, aunque poco se puede hacer frente a esta mayoría aplastante.
En Catalunya también hubo sorpresa. Feudo históricamente socialista, se pensaba que esta podía ser la única Comunidad Autónoma donde el PSOE conseguiría un resultado favorable. Pues no ha sido así. Los socialistas han sido desbancados por la derecha nacionalista catalana. Han pasado de 10 a 16 escaños, les han votado cerca de 1.000.000 de electores. Parece que Convergencia no acusa los severos recortes que están llevando a cabo en Catalunya.
ERC también se llevó su parte en este variado congreso. Atrás quedaron esos tiempos en los que Carod-Rovira en 2004 lideraba el partido con 8 escaños en el Congreso. Han conseguido los mismos que en la legislatura pasada 3. Más de 250.000 personas han confiado esta vez en los republicanos.
Los malos resultados del Bloque Nacionalista Galego no son coyunturales, sino consecuencia de la falta de solidez que arrastra desde hace una década. En las generales del 2.000 obtuvo 306.000 votos -en las autonómicas del 97, 395.000 y en las de 2001, 346.000-. Nada que ver esas cifras con las del 20-N: 183.000. Coinciden estos discretos resultados con la amenaza del líder nacionalista Xosé Manuel Beiras de que "o el BNG se refunda o lo abandona". Malos tiempos para el nacionalismo gallego.
También el nacionalismo canario ha obtenido representación en la cámara, dos diputados, pese a haber perdido cerca de 30.000 votos. Esto se puede deber a los numerosos casos de corrupción que tienen pendientes en las islas y al ascenso del PP, claro. Poco a poco la gente se está desengañando con este controvertido partido. Me comentaba un familiar el otro día, que en su programa para estas elecciones tenían como objetivo proponer en el Congreso legislar sobre materias como Educación, Sanidad o Industria, cuando eso es competencia del Parlamento Autónomico, donde gobiernan con mayoría gracias al pacto con el PSOE. Una vergüenza.
Permítanme que acabe este texto mostrando mi rechazo e indignación con la ley electoral vigente en este país. La ley D’Hondt permite un reparto injusto e incoherente. Ha empezado a circular un gráfico, que adjunto aquí, en el que se observa como, con una ley electoral digna y de circunscripción única, el Congreso de los Diputados de esta legislatura hubiese sido interesantísimo. Una lástima. Tenemos una democracia joven, sí, pero es hora de que madure y, avanzar en este tipo de cosas, es fundamental para que, por ejemplo en Europa, nos tomen más en serio.
Que nadie espere que el desempleo desaparezca la semana que viene, que nadie espere ningún mesías, que nadie espere que la prima de riesgo se vaya a tranquilizar de un día para otro (de hecho, este martes ha vuelto a subir) y que nadie espere milagros, porque en economía, amigos, no existen.
Permítanme que acabe este texto mostrando mi rechazo e indignación con la ley electoral vigente en este país. La ley D’Hondt permite un reparto injusto e incoherente. Ha empezado a circular un gráfico, que adjunto aquí, en el que se observa como, con una ley electoral digna y de circunscripción única, el Congreso de los Diputados de esta legislatura hubiese sido interesantísimo. Una lástima. Tenemos una democracia joven, sí, pero es hora de que madure y, avanzar en este tipo de cosas, es fundamental para que, por ejemplo en Europa, nos tomen más en serio.
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Que nadie espere que el desempleo desaparezca la semana que viene, que nadie espere ningún mesías, que nadie espere que la prima de riesgo se vaya a tranquilizar de un día para otro (de hecho, este martes ha vuelto a subir) y que nadie espere milagros, porque en economía, amigos, no existen.
Esta es una etapa muy difícil y muy dura. Nadie en Europa, ni siquiera Merkel en Alemania o Sarkozy en Francia, que no os engañen, que esté inmerso en esta violenta crisis económica ha sabido cómo salir de ella. Ha caído Portugal, ha caído Grecia. Hasta las economías que parecían fuertes y sólidas, como la de Italia, se ha desplomado y se ha doblegado ante el declive del euro.
España atravesará un cambio político ahora. De la cuestionada izquierda, esa que se vio obligada a hacer recortes sociales y políticas económicas que coqueteaban con la derecha, pasamos al conservadurismo supuestamente modernizado. La que promete austeridad y asegurar el Estado del Bienestar. Si lo primero supone lo segundo, bienvenido, Mariano.
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