Situación surrealista la vivida hoy en el Congreso de los Diputados de Madrid. El PP de Valencia, usando a un portavoz imputado en la trama Gürtel, ha abierto un estéril debate durante una hora, teniendo la intención de castigar la afrenta y el ultraje a la bandera, al himno nacional y a la Casa del Rey durante los actos deportivos.
No seré yo quien defienda que en estos tiempos de debilidad y malestar económico en la cámara sólo se hable de soluciones para la economía, pues pienso que no hay que volcarse de lleno en una materia y descuidar todo lo demás. Pero no voy a tolerar que se hagan propuestas que vulneran la libertad de expresión de cada persona, animal o pistacho mientras se eluden temas de vital importancia y nos venden fracasos como épicas victorias.
Lo absurdo del asunto ha hecho que el presidente del Congreso pidiese a su propio partido que retirase la propuesta por incompatibilidad constitucional.
Un partido que nace en democracia y que consigue el poder gracias a la democracia no puede ir en contra de ella. Y eso ha pasado hoy en el Congreso. Me pregunto si pensaban llamar a la Policía del Pensamiento de Orwell para preservar el "prestigio" del Estado Español o si les iban a dar un pin a los numerosos grupos ultras autodenominados fascistas que no paran de cantar el alegre "Viva España" de Manolo Escobar.
La politización del deporte me asquea. Sea de izquierdas o de derechas. El deporte nació para unir y los grupos ultras, a los que, lamentablemente, los equipos acceden a darles cabida, deben desaparecer de los recintos deportivos.
Cruzando el Mediterráneo vemos como a Grecia le llegan noticias desde Bruselas hablando sobre un posible corralito financiero. Analizando la situación te das cuenta de que es sólo una mera estrategia y que lo único que pretenden es instaurar el miedo de cara a las elecciones. A Europa no le interesa que los partidos, hasta hace unos meses minoritarios, se hagan con el poder. Les interesa que el bipartidismo continúe y que sigan siendo obedientes con las políticas dictadas desde Alemania, Bruselas o sólo Dios sabe dónde. Pretender que una población tenga pavor a unos resultados electorales deja entrever la falta de predisposición que tiene la Unión Europea, antaño admirada, en que el pueblo sea soberano.
Democracia, me gustas. Y ya no porque estés ausente, sino porque parece que nunca más a volver a ser tú.
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