A Pedro Jota Ramírez jamás le consideré adalid del Periodismo. Creó Diario 16 de la nada y creó El Mundo de la nada. Como Dios. Navegó por los mares de la actualidad agarrando con una mano el timón y con la otra sus tirantes. Y naufragó. Naufragó muchas veces. Se chocó contra trenes, conspiraciones y Presidentes, pero ahí siguió. El pirata Pedro Jota encontró los tesoros que hacen que, a día de hoy, El Mundo sea el periódico más leído en España.
Toda la vida pensé que a Pedro Jota o lo amabas o lo odiabas. A lo largo del 2013 me situé en medio de esas dos Españas y reconocí por primera vez el increíble e inmenso trabajo que estaban llevando a cabo. Era un hecho puramente objetivo. Ahora marcan la actualidad política (una función que casi siempre desempeñó El País) y han vuelto a poner en vilo a otro Gobierno. Con la verdad. Con pruebas.
Me hubiese gustado que en otras ocasiones Pedro Jota y su equipo lo hubiesen hecho tan bien como lo estaban haciendo ahora. Pero no siempre fue así. La mancha negra que llevará en su camisa de Agatha Ruiz de la Prada por culpa de las teorías conspiranoicas del 11M es gigante. Hizo mucho daño. Y a veces lo sigue haciendo de manera desvergonzada y cruel.
Su marcha es una incógnita. Se barajan muchas opciones. Yo me quiero creer la versión de aquellos que aseguran que el cese se debe a problemas económicos en Unidad Editorial, que los hay: El Mundo perdió 500 millones de euros el pasado año. Sin embargo, es inevitable pensar en el papel que ha jugado el Gobierno de Mariano Rajoy en todo esto. Si es así, es otra de las muchas muestras de que esta democracia está totalmente podrida y que, aunque lo lleve estando muchos años, se empieza a hacer insostenible un sistema que vulnera la libertad de prensa de esta manera.
La marcha de Pedro Jota, aunque seguirá escribiendo en El Mundo todos los domingos, es una mala noticia para el Periodismo, para la Democracia y para esa sociedad que anhela respuestas y responsabilidades. Han comprado su silencio por 20 millones de euros tras firmar un acuerdo con Unidad Editorial en el que se compromete a no hacerles competencia durante tres años. Otro gesto feo de Pedro José, que después de culpar al Gobierno de su cese vende su libertad de expresión por un dinero que, apuesto mi brazo izquierdo, no necesita. Aun así, espero que vuelva con otro proyecto entre manos. Desgraciadamente hace falta.
Acabo con las mismas palabras que Melchor Miralles le dedicó ayer en su artículo: "Nos quedan muchas ráfagas de pasión por el oficio y la búsqueda de la verdad. Pero sí, la noticia es mala para nosotros, porque es buena para el Gobierno y para aquellos a los que sirve el Gobierno. Una putada".
Hasta luego, Pedro Jota.