Europa se levantó el domingo electoral con resaca tras la final de Champions, pero se fue a dormir con un dolor de cabeza que probablemente durará otros cinco años.
¿El resumen? Panorama desolador para PP y PSOE, que no alcanzan ni el 50% de los votos. Podemos pudiendo e IU, terceros, preguntándose por qué no los atajó de golpe cuando se plantearon ir juntos en las listas. UPyD, otra vez, recoge menos diputados de los que esperaban internamente, siendo relegados a la quinta fuerza y consiguiendo un resultado agridulce (aumentan tres escaños) que sabe a poco. De resto: previsible ascenso de los partidos minoritarios, abstención abrumadora y la sensación de que la derecha gana perdiendo y que la izquierda está muy falta de líderes.
María Dolores de Cospedal salió a hablar en Génova acompañada de Miguel Arias Cañete. Realizó un análisis de la situación haciendo gala de un optimismo desmedido y nada cabal: “El Partido Popular español ha ganado las elecciones con 16 escaños y con una diferencia con el segundo (PSOE) de tres puntos: un escaño más de ventaja que en las pasadas elecciones europeas”. Es la manera bonita de contar que han perdido 16 puntos, ocho asientos y 2.6 millones de votos. Eso sí, refugiándose en la nueva debacle del PSOE. Tenían preparada una fiesta en Génova, con pancarta gigante en el famoso balcón y un catering a la altura de su candidato. Sin embargo, el apagón de luces y la asistencia de únicamente seis simpatizantes fue la señal inequívoca de que allí nadie iba a celebrar nada. Y con razón.
Si algo va a salvar a Mariano Rajoy y a su Gobierno será la victoria de los populares europeos. Además, volverá a hacer gala de su deliberado menosprecio a la voz de millones de españoles. Es lo único que le permitirá continuar con el paquete de reformas avalado por Angela Merkel si hace caso omiso (que lo hará) al flagrante sentimiento de rechazo hacia sus políticas. Se refugiará en el éxito de Juncker y en la nueva coyuntura de dominio conservador en el Parlamento Europeo mientras en España pierden esa mayoría social (habría que ver si alguna vez existió) con la que se llenaban la boca hace no demasiados meses.
No hay constancia de que haya una persona más feliz que ese pseudo mesías con coleta y barba que, desde la nada, consiguió cuatro escaños cuando las encuestas no le otorgaban ni uno. Pablo Iglesias seguirá viviendo hoy en una nube, con un ojo puesto en el Parlamento Europeo y otro en las próximas elecciones generales a las que, como ha dicho ya en varias ocasiones, está dispuesto a presentarse si sus compañeros se lo piden.
Podemos nació hace solo cuatro meses amparado bajo la figura carismática de un tertuliano televisivo que, en sus ratos libres, es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Y se rodeó de gente de la calle, nutriéndose de la ideología y de la masa social del 15M: los otros cuatro nuevos europarlamentarios son un profesor de secundaria, un ex-fiscal, una camarera licenciada y un investigador del CSIC. Se erigen como “la alternativa a los partidos de la casta” llevando en su programa electoral medidas tan controvertidas como la salida del euro o la voluntad de dejar de pagar inmediatamente la deuda externa.
Apaleados por la formación de Pablo Iglesias, que les superó en Madrid, Izquierda Unida acabó la jornada electoral con la certeza de que podrían haber hecho más. Vuelven a subir y arrancan votos a toda esa amalgama de gente que, descontenta con el PSOE, busca otra opción política con un tendencia, al contrario que UPyD, VOX o Ciudadanos, de no girar hacia la derecha.
Una vez más, nuevo triunfo del soberanismo en Euskadi (PNV y EH Bildu dominan completamente el panorama político con un PSOE que los mira ya muy de lejos y un PP que jamás estuvo peor) y en Cataluña, cuya participación subió en más de 8 puntos respecto a las anteriores elecciones. Allí, ERC, el partido que lidera Oriol Junqueras, un profesor de Historia, consiguió doblegar a los partidos nacionales y también a su compañero de Gobierno, CIU, al que superó en casi 50.000 votos.
El resto de partidos minoritarios, como se esperaba, cosechan grandes resultados que trastocan el tradicional espectro político español, que cuenta ahora con más representación de jóvenes formaciones: UPyD pasa de uno a cuatro diputados, Ciudadanos se abre paso con dos y envía a Bruselas al ex-socialista Javier Nart y Primavera Europea (en las listas con el Partido Verde Europeo), formado por Compromís y Equo, entre otros, consigue un sillón en la Eurocámara.
¿Y el PSOE? ¿Qué ha pasado con el PSOE? Quizá merecen páginas aparte. Artículos aparte. Descalabro. Hundimiento. Derrumbamiento. Desplome. Caída. Catástrofe. Cataclismo. Hecatombe. ¿Lo ha definido así Pedro Piqueras? No. Simplemente es la más pura y absoluta realidad.
Bien es cierto que el Partido Socialista Obrero Español pudo estar abocado a estos resultados desde que presentó la lista con la que concurría a las europeas. Una lista elegida sin tener en cuenta a militantes y simpatizantes y escandalosamente afín a la Ejecutiva federal de Alfredo Pérez Rubalcaba. Liderados por Elena Valenciano, históricos del partido como Ramón Jáuregui o Pepe Blanco quizá vislumbraban la enorme derrota, no sólo del partido sino de su propia dirección, y buscaron un hueco lejos, en el Parlamento Europeo. Un lugar tranquilo, apacible e idílico. Excelente para iniciar el retiro de la política si sabes que las cosas se van a poner feas en tu propia casa. Y así ha sido. Se han puesto muy feas.
Extremadura, Asturias y, sobre todo, Andalucía, han sido los bastiones que han soportado el desastre socialista. Susana Díaz se erigió ayer como la figura con más peso en el partido y se convirtió hoy en una más que probable candidata a ser la nueva Secretaria General que tendrá la tarea de regenerar por completo al PSOE. Una tarea en la que Rubalcaba fracasó desde el principio. Aunque no era de extrañar. La huella de Felipe González venía marcada en su amplia frente no sólo porque formó parte de su aparato ejecutivo siendo su ministro, sino porque fueron los movimientos del ex-presidente y las llamadas de última hora que éste realizó las que permitieron al de Solares convertirse en Secretario General en el Congreso de Sevilla de hace poco más de dos años.
Para que comprendáis la magnitud de la catástrofe, en lugares históricamente socialistas como la ciudad de Barcelona el PSOE se ha visto relegado a la cuarta fuerza. Aunque, también es verdad, ha sido de vital importancia recuperar otra ciudad histórica para los de Ferraz: Sevilla, que en las generales y en las autonómicas anteriores fueron a parar a manos de los populares andaluces. Un resquicio de esperanza insuficiente que no maquilla nada, pero ayuda.
¿Qué cabía esperar tras el declive? La militancia clamaba la dimisión del Secretario General, que se reuniría al día siguiente con su Ejecutiva para valorar el panorama y tomar medidas de peso que ayudasen a reorientar un PSOE que lleva moribundo desde que salió del Gobierno. Pero Rubalcaba fue comedido hasta en su despedida: no se atrevió a dimitir. O no quiso. Salió a dar la rueda de prensa con un aire exhausto, con aspecto cansado (aunque es difícil distinguirlo de su aspecto habitual) y convocó un Congreso Federal Extraordinario para los días 19 y 20 de julio. Cuatro meses antes de las primarias abiertas para elegir candidato a las elecciones generales, fijadas para noviembre según el calendario socialista. Y a la pregunta de que si pensaba presentarse respondió con una media sonrisa y un suspiro que sonaba a derrota: “Debo estar perdiendo reflejos. No les he sabido transmitir que naturalmente que no me presento”.
El revuelo ahora es enorme. Muchos pesos pesados desde dentro del PSOE, como Edu Madina o Juan Fernando López Aguilar, exigen que las primarias sean celebradas antes que el Congreso. Y tiene sentido. De celebrarse primero el Congreso es muy probable que el ganador salga con tanta fuerza que mutile totalmente al posible candidato de unas primarias que dejarían de oficiarse por falta de aspirantes. Y no sólo eso. Si el Partido Socialista sigue el método tradicional, el nuevo vencedor será hijo de los mecanismos habituales en estos Congresos: los tejemanejes y las conspiraciones de veteranos como Pepe Bono, Alfonso Guerra o el propio Felipe, además de la frecuente presión que ejercen sobre los delegados el resto de barones.
Hay otra incógnita. Si el que salga victorioso de esas hipotéticas primarias es una persona diferente al candidato elegido en el Congreso Federal, previsiblemente se generará una bicefalia cancerígena. Imaginemos que el ganador del Congreso es Eduardo Madina y la ganadora a las primarias Carme Chacón. La falta de un liderazgo claro acabaría haciendo mella en un PSOE que precisa de una figura con el carisma suficiente como para capitanear el renacimiento de un partido que necesita estar más cerca de los militantes y más lejos de los dinosaurios hijos de la Transición que, si bien fueron importantes en su momento, son ahora un lastre que el PSOE lleva pagando mucho tiempo.
En definitiva, las elecciones europeas han conducido a una enorme sacudida a la política española y a la política europea, donde los partidos de extrema derecha de Francia y Reino Unido suponen otra gran preocupación y amenaza que se suma a la desazón y a la angustia provocadas por la crisis económica. La ciudadanía quiso llamar la atención y lo ha conseguido. Ahora se sitúan expectantes a lo que pueda o no ocurrir, a la espera de profundos cambios. El bipartidismo en España ha sido quebrado y ya no disfruta de esa salud vigorosa de la que antaño presumía y tendrá que hacer caso al mensaje que les lanza el pueblo si no quieren caminar hacia la irrelevancia o verse sobrepasados por las formaciones minoritarias. No agrada la dictadura de los poderes financieros en Bruselas y no agrada tampoco la falta de autonomía política de la que gozan los partidos de Gobierno elegidos democráticamente. El global de las elecciones dan a entender un pequeño cambio en la política de austeridad y recortes que marcaba el Europarlamento, pues la derecha europea ha perdido la mayoría con la que contaba en la anterior legislatura y dependerán más de los socialistas, con los que es posible acaben compartiendo el poder.
Nadie imaginó que unas elecciones con tan baja participación y generalmente con muy poca envergadura podrían desencadenar todo un huracán de reacciones, dimisiones y proyectos de cambio. La cabeza de Rubalcaba se sirve ya en el catering de Ferraz y la de Rajoy se verá muy pronto a través del plasma presentando al próximo candidato del PP a las elecciones de 2015. Se avecinan luchas de poder, guerras internas y batallas dialécticas en el seno de los dos grandes partidos. Que empiece el juego.